La culpa es de los políticos. Claro. Todo es culpa de esos políticos a
los que nadie vota. Ya. Esperen a que me descojone. Echemos un vistazo
a nuestro alrededor: jueces, grandes empresarios, grupos de
comunicación, estrellas televisivas. Y después, nos miramos a nosotros y
a nuestro alrededor y pensamos: Si la mujer más conocida de España es
Belén Esteban, ¿qué clase de políticos esperamos tener? Pues eso es lo
que hay. Si nosotros hemos consentido que los partidos se convirtieran
en máquinas recaudadoras (por la vía legal y la ilegal) y avasallaran el
terreno que debían ocupar las instituciones, los profesionales y la
ciudadanía, algo de culpa nos tocará a la gente.
Y no es tan simple como decir que la culpa de todo la tienen los
políticos. Primero porque a los políticos les votó la ciudadanía
española, incluso en el caso de Comunidades como la Valenciana en las
que lo que estaba pasando era más que evidente. Segundo, porque para que
se llegue a semejante descalabro, todo un pueblo debe haber colaborado,
con lo cual el discurso que leemos a menudo en las redes sociales de
“los malvados políticos frente al honrado pueblo” no se sostiene. No es
un discurso responsable, porque no nos hace reflexionar sobre el
problema real. Y si no podemos identificar el problema ¿Qué
posibilidades tenemos de solucionarlo?
La culpa tampoco es de los alemanes. Como si nosotros hubiéramos
necesitado de ayuda externa para destruir un país. En el momento en el
que sale a la luz la realidad española ¿quién en su sano juicio va a
confiar o invertir en España? y ¿ quién va a ser tan hipócrita como para
descalificar a los que no quieran hacerlo? Ni el origen ni la solución a
nuestros problemas no está en el extranjero, y no se les puede pedir a
los demás que hagan por nosotros lo que nosotros no hicimos.
Si en un pueblo de 5550 habitantes ( Plasenzuela, Extremadura) han
desaparecido seis millones de euros ¿Qué no va a desaparecer en una
Comunidad entera? ¿Nos sorprende que la Comunidad Valenciana, que fue
una de las más prósperas de España, haya pedido el rescate? Y lo peor
es que si no establecemos medidas legales urgentes para prevenir y
castigar seriamente la corrupción, en cuanto nos den el dinero del
rescate y éste fluya, nos arriesgamos a que la historia se repita.
Vivimos en un país fracasado, tocado y hundido. Un barco al que ha
arrastrado al fondo una tripulación que no sabía pensar en el bien
común, en el que desde el capitán al grumete, pasando por los marineros,
han ido robando provisiones de la bodega y vendiendo las cartas de
navegación. Un país carcomido por la mentalidad colectiva de la
corrupción, el engaño, el chanchullo, el yo y mis amigos… saqueado por
la lógica (ilógica) de la redistribución colectiva. Un país en el que
en plena crisis Mariano Rajoy ha indultado a Tomás Gómez Arrabal, ex
alcalde de la localidad malagueña de Valle de Abdalajís, condenado por
12 delitos de corrupción, y a tres concejales condenados por delitos
continuados de prevaricación.
Nos gusta creer que los culpables de la crisis son los políticos, que
son corruptos irremediables. Y pensamos sin remordimiento que las
pequeñas corruptelas que vemos a nuestro alrededor son minucias sin
importancia. Piense usted en quienes conoce. La camarera de bar que
está cobrando en paro y trabaja en negro; la dependienta que se despidió
del trabajo para cobrar el paro e irse a hacer un viaje a Tailandia; la
profesora de instituto que fingió una baja por depresión y que se pasó
un año viviendo alegremente del paro; la señora que, tras un accidente,
iba llevando un collarín innecesario para fingir una lesión cervical
que no existe y cobrar del seguro y del paro; los que cobran y pagan en
negro la reforma de un piso; las agencias inmobiliarias que cuando te
iban a vender un piso te advertían de antemano que una parte debía
pagarse “en B” e incluso se permitían escribírtelo por mail, sin miedo a
que quedara constancia; la vecina que obtuvo una plaza de guardería
saltándose la lista de espera porque su cuñado trabaja en la consejería
de educación, la madre de la Campanario, el yerno del Rey… A su
alrededor ustedes conocen miles de casos como éstos. Cuando leemos este
reportaje y nos ponen la realidad ante los ojos no es tan fácil ya
decir eso de que la culpa es de los políticos.
Precisamente porque esa es la mentalidad española, los niveles de
corrupción y de calidad de gobierno en España son los más parecidos a
los de dictaduras en vías de desarrollo que a los propios de democracias
avanzadas con décadas de pertenencia a la OCDE. En el informe de
Transparency Internacional ese el nivel que tenemos: el de una dictadura
bananera. La corrupción integrada está en nuestra cultura, y este es un
hecho innegable. Seguro que han visto ustedes en telefilmes o en
películas americanas cómo si a un alumno de una High Schoool americana
le pillan copiando en un examen o descubren que alguien le ha hecho un
trabajo, eso significa su inmediata expulsión y la extinción de
cualquier remota posibilidad de que ese alumno llegue algún día a la
Universidad. En institutos y Universidades españolas, copiar se
considera lo normal. A nadie le expulsarían por eso. ¡Si a la propia
madre de la Princesa Letizia le pillaron con una chuleta en un examen, y
la señora no era una adolescente, precisamente! De la misma forma nadie
se escandaliza aquí si su hermano le enchufa en un trabajo, o si
trabaja en una oficina en la que media plantilla son familia entre sí,
sin que la empresa sea familiar. Y por eso permitimos que el 20% de los
nuevos altos funcionarios del Estado sea familiar de otro alto
funcionario.
Pero no podemos conformarnos con este argumento de que la corrupción
es un rasgo cultural, porque si decimos “ vale, es así, no se puede
cambiar” y nos encogemos de brazos sería como admitir que la verdadera
democracia no tiene cabida y nunca la tendrá en nuestro país. Lo que
sucede es que el problema de la corrupción es el de la pescadilla que se
muerde la cola. En un país corrupto impera la desconfianza social, por
lo tanto será cada vez más corrupto. Si yo estoy convencido de que el
dinero de mis impuestos no va a revertir en el bien común sino que va a
ir a las reformas del chalet de Fabra o a las putas y la cocaína del
concejal de turno, lo normal es que intente defraudar ese dinero. Para
que se pierda en tonterías, mejor me lo gasto yo. De esa manera, los
países desarrollan culturas donde predomina la desconfianza social como
consecuencia de unos elevados niveles de corrupción, de forma que la
corrupción crea más corrupción. Si el de al lado lo hace, yo también.
Peor aún: se crea una admiración hacia la figura del corrupto. Si este
señor ayer estaba de camarero en una barra y hoy se pasea en Porsche con
un Rolex en el brazo, yo también quiero hacerlo, caiga quien caiga.
Sabiendo que en nuestro país existe una gran cultura de la
corrupción, lo suyo sería evitar los mecanismos que puedan favorecerla.
Para poner una analogía: ¿ Por qué hay menos spree killers – es decir,
asesinos que de una sentada se llevan por delante a varias personas,
cono el caso del asesino de Denver- en España que en Estados Unidos? No
porque aquí haya menos psicopatía ( Basta darse un paseíto virtual por
twitter para comprobar que no es así ) Por la simple razón de que aquí
no hay libre acceso a las armas. Si usted fantasea con llevarse por
delante a todo un centro comercial, le va a ser difícil hacerlo si es
imposible que compre usted un rifle de repetición. De la misma manera,
si no hubiera un sistema que favoreciera la corrupción, sería más
difícil que ésta se diera.
fuente: http://www.allegramag.com/la-culpa-es-de/
No hay comentarios:
Publicar un comentario