jueves, 16 de agosto de 2012

La culpa es de...

La culpa es de los políticos. Claro. Todo es culpa de esos políticos a los que nadie vota. Ya. Esperen a que me descojone. Echemos un vistazo a nuestro alrededor: jueces, grandes empresarios, grupos de comunicación, estrellas televisivas. Y después, nos miramos a nosotros y a nuestro alrededor y pensamos: Si la mujer más conocida de España es Belén Esteban, ¿qué clase de políticos esperamos tener? Pues eso es lo que hay. Si nosotros hemos consentido que los partidos se convirtieran en máquinas recaudadoras (por la vía legal y la ilegal) y avasallaran el terreno que debían ocupar las instituciones, los profesionales y la ciudadanía, algo de culpa nos tocará a la gente.

Y no es tan simple como decir que la culpa de todo la tienen los políticos. Primero porque a los políticos les votó la ciudadanía española, incluso en el caso de Comunidades como la Valenciana en las que lo que estaba pasando era más que evidente. Segundo, porque para que se llegue a semejante descalabro, todo un pueblo debe haber colaborado, con lo cual el discurso que leemos a menudo en las redes sociales de “los malvados políticos frente al honrado pueblo” no se sostiene. No es un discurso responsable, porque no nos hace reflexionar sobre el problema real. Y si no podemos identificar el problema ¿Qué posibilidades tenemos de solucionarlo?

La culpa tampoco es de los alemanes. Como si nosotros hubiéramos necesitado de ayuda externa para destruir un país. En el momento en el que sale a la luz la realidad española ¿quién en su sano juicio va a confiar o invertir en España? y ¿ quién va a ser tan hipócrita como para descalificar a los que no quieran hacerlo? Ni el origen ni la solución a nuestros problemas no está en el extranjero, y no se les puede pedir a los demás que hagan por nosotros lo que nosotros no hicimos.

Si en un pueblo de 5550 habitantes ( Plasenzuela, Extremadura) han desaparecido seis millones de euros ¿Qué no va a desaparecer en una Comunidad entera? ¿Nos sorprende que la Comunidad Valenciana, que fue una de las más prósperas de España, haya pedido el rescate? Y lo peor es que si no establecemos medidas legales urgentes para prevenir y castigar seriamente la corrupción, en cuanto nos den el dinero del rescate y éste fluya, nos arriesgamos a que la historia se repita.

Vivimos en un país fracasado, tocado y hundido. Un barco al que ha arrastrado al fondo una tripulación que no sabía pensar en el bien común, en el que desde el capitán al grumete, pasando por los marineros, han ido robando provisiones de la bodega y vendiendo las cartas de navegación. Un país carcomido por la mentalidad colectiva de la corrupción, el engaño, el chanchullo, el yo y mis amigos… saqueado por la lógica (ilógica) de la redistribución colectiva. Un país en el que en plena crisis Mariano Rajoy ha indultado a Tomás Gómez Arrabal, ex alcalde de la localidad malagueña de Valle de Abdalajís, condenado por 12 delitos de corrupción, y a tres concejales condenados por delitos continuados de prevaricación.

Nos gusta creer que los culpables de la crisis son los políticos, que son corruptos irremediables. Y pensamos sin remordimiento que las pequeñas corruptelas que vemos a nuestro alrededor son minucias sin importancia. Piense usted en quienes conoce. La camarera de bar que está cobrando en paro y trabaja en negro; la dependienta que se despidió del trabajo para cobrar el paro e irse a hacer un viaje a Tailandia; la profesora de instituto que fingió una baja por depresión y que se pasó un año viviendo alegremente del paro; la señora que, tras un accidente, iba llevando un collarín innecesario para fingir una lesión cervical que no existe y cobrar del seguro y del paro; los que cobran y pagan en negro la reforma de un piso; las agencias inmobiliarias que cuando te iban a vender un piso te advertían de antemano que una parte debía pagarse “en B” e incluso se permitían escribírtelo por mail, sin miedo a que quedara constancia; la vecina que obtuvo una plaza de guardería saltándose la lista de espera porque su cuñado trabaja en la consejería de educación, la madre de la Campanario, el yerno del Rey… A su alrededor ustedes conocen miles de casos como éstos. Cuando leemos este reportaje y nos ponen la realidad ante los ojos no es tan fácil ya decir eso de que la culpa es de los políticos.

Precisamente porque esa es la mentalidad española, los niveles de corrupción y de calidad de gobierno en España son los más parecidos a los de dictaduras en vías de desarrollo que a los propios de democracias avanzadas con décadas de pertenencia a la OCDE. En el informe de Transparency Internacional ese el nivel que tenemos: el de una dictadura bananera. La corrupción integrada está en nuestra cultura, y este es un hecho innegable. Seguro que han visto ustedes en telefilmes o en películas americanas cómo si a un alumno de una High Schoool americana le pillan copiando en un examen o descubren que alguien le ha hecho un trabajo, eso significa su inmediata expulsión y la extinción de cualquier remota posibilidad de que ese alumno llegue algún día a la Universidad. En institutos y Universidades españolas, copiar se considera lo normal. A nadie le expulsarían por eso. ¡Si a la propia madre de la Princesa Letizia le pillaron con una chuleta en un examen, y la señora no era una adolescente, precisamente! De la misma forma nadie se escandaliza aquí si su hermano le enchufa en un trabajo, o si trabaja en una oficina en la que media plantilla son familia entre sí, sin que la empresa sea familiar. Y por eso permitimos que el 20% de los nuevos altos funcionarios del Estado sea familiar de otro alto funcionario.

Pero no podemos conformarnos con este argumento de que la corrupción es un rasgo cultural, porque si decimos “ vale, es así, no se puede cambiar” y nos encogemos de brazos sería como admitir que la verdadera democracia no tiene cabida y nunca la tendrá en nuestro país. Lo que sucede es que el problema de la corrupción es el de la pescadilla que se muerde la cola. En un país corrupto impera la desconfianza social, por lo tanto será cada vez más corrupto. Si yo estoy convencido de que el dinero de mis impuestos no va a revertir en el bien común sino que va a ir a las reformas del chalet de Fabra o a las putas y la cocaína del concejal de turno, lo normal es que intente defraudar ese dinero. Para que se pierda en tonterías, mejor me lo gasto yo. De esa manera, los países desarrollan culturas donde predomina la desconfianza social como consecuencia de unos elevados niveles de corrupción, de forma que la corrupción crea más corrupción. Si el de al lado lo hace, yo también. Peor aún: se crea una admiración hacia la figura del corrupto. Si este señor ayer estaba de camarero en una barra y hoy se pasea en Porsche con un Rolex en el brazo, yo también quiero hacerlo, caiga quien caiga.

Sabiendo que en nuestro país existe una gran cultura de la corrupción, lo suyo sería evitar los mecanismos que puedan favorecerla. Para poner una analogía: ¿ Por qué hay menos spree killers – es decir, asesinos que de una sentada se llevan por delante a varias personas, cono el caso del asesino de Denver- en España que en Estados Unidos? No porque aquí haya menos psicopatía ( Basta darse un paseíto virtual por twitter para comprobar que no es así ) Por la simple razón de que aquí no hay libre acceso a las armas. Si usted fantasea con llevarse por delante a todo un centro comercial, le va a ser difícil hacerlo si es imposible que compre usted un rifle de repetición. De la misma manera, si no hubiera un sistema que favoreciera la corrupción, sería más difícil que ésta se diera.



fuente: http://www.allegramag.com/la-culpa-es-de/

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