Sí, yo también tengo una mamandurria. Exactamente 426 euros al mes. Gracias a ella, y al comedor de Cáritas y a la Cruz Roja, mi familia y yo tenemos ropa y comida, pagamos los recibos, recargamos los dos móviles prepago con los que nos apañamos los cuatro y nada más. Los ahorros que fui haciendo para cubrir mi vejez pagan por ahora la hipoteca y así al menos no nos tenemos que ver en la calle. Pero echo cuentas y unos días me sale que bastarán para amortizar todo el préstamo y otros días me sale que no. Dependerá de cómo vaya el Euribor.
Tengo cincuenta y tres años y soy o fui ingeniero, pero desde hace tres años, cuando la crisis fulminó a mi empresa y mi empresa me fulminó a mí, no encuentro trabajo. No es que no haya visto ninguna oferta, pero en todas prefieren a titulados recién salidos, que son los más adaptables a las condiciones, desde el salario basura hasta la jornada infinita, que el nuevo modelo de relaciones laborales lleva aparejado. En vano he intentado hacerles ver a mis potenciales empleadores que estoy dispuesto a pasar también por ese aro. Me ven las canas, me ven la tripa y acaso calculan que mi salud cardiovascular no es óptima para asumir semejante desafío. Que pase el siguiente.